LA
VIDA SECRETA DE LAS PLANTAS
(Notas del exilio, 3)
¿Qué
miras? ¿Qué mirabas todas las noches?
¿Qué
miras en mi recuerdo de aquel piso, frente a la ventana cerrada
a
treinta metros del río y tantos kilómetros de esa casa
que
Morrissey te dijo que nunca sería tuya?
Todo
está mal, desordenado, revuelto.
Las
puertas abiertas llevan a pasillos oscuros
que
acaban en un dormitorio donde siempre hay un muerto en la cama hecha,
vestido,
con las manos cruzadas sobre el pecho, mirándonos.
Los
trenes no salen, los autobuses cruzan la calle equivocada,
los
cementerios se multiplican y el Cierzo barre las tumbas interinas.
¿Qué
miras?
¿Qué
mirabas con tus ojos negros, con tu boca negra,
con
tus piernas negras?
¿Qué
mirabas con tus sueños rojos, con tus pechos rojos,
con
tu coño rojo?
El
amor no es posible y el dolor es una planta de interior.
Has
visto su tallo esbelto y veloz y casi has estado a punto de gritar.
Pero
por suerte todos duermen
o
están borrachos
o
están muertos o
(lo
más terrible de todo) se han rendido al frío
que
sube del río
y
han entregado su semen congelado
para
fabricar una crema que no salvará a ninguna ballena.
Nosotros
no, nosotros no dormimos.
La
noche acaba y viene la niebla.
Y
tú ya ni fumas ni bebes porque el bar quedó al otro lado del río
y
será demolido en una media hora.
¿Qué
miras? ¿Me lo quieres decir, qué miras?
¿Qué
mirabas cada noche? ¿En mi recuerdo
de
aquel piso, en mi recuerdo de aquel otoño?
La
niebla que sube del río borra el portal,
el
primer piso, el segundo piso, el tercer piso,
y
va rápido hacia nuestro comedor vacío,
y
la pared es muy fina y todos duermen
y
sólo quedamos tú y yo,
tú
y yo en la ventana blanca
tú
y yo en silencio,
matándonos
con palabras
escritas
en el vaho del cristal, con palabras que suben del río
y
nadie escucha detonar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario