jueves, 19 de julio de 2012



Lo que les ocurre a muchos escritores con sus mujeres es que ellas se enamoran del hombre, no del escritor. Esto es exactamente lo mismo que les pasa a muchos músicos y a algunos pintores. En la mayoría de los casos el escritor-artista-pintor sabe mantenerse atado a su mástil, como Ulises frente a las sirenas, pero a veces, bien por confusión, bien por un deseo sincero, bien por una intolerable bondad, el escritor-artista-pintor quiere convertirse en buen esposo y buen padre sin dejar de ser buen escritor-artista-pintor. Y eso es imposible. Al final acaba por sentirse un traidor, un farsante, un mentiroso. Y como todo el mundo sabe, el fingimiento siempre conduce a la paranoia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario