Lo
que les ocurre a muchos escritores con sus mujeres es que ellas se enamoran del
hombre, no del escritor. Esto es exactamente lo mismo que les pasa a muchos
músicos y a algunos pintores. En la mayoría de los casos el
escritor-artista-pintor sabe mantenerse atado a su mástil, como Ulises frente a
las sirenas, pero a veces, bien por confusión, bien por un deseo sincero, bien
por una intolerable bondad, el escritor-artista-pintor quiere convertirse en
buen esposo y buen padre sin dejar de ser buen escritor-artista-pintor. Y eso
es imposible. Al final acaba por sentirse un traidor, un farsante, un
mentiroso. Y como todo el mundo sabe, el fingimiento siempre conduce a la paranoia.
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