viernes, 3 de febrero de 2017


LA VIDA SECRETA DE LAS PLANTAS
(Notas del exilio, 3)


¿Qué miras? ¿Qué mirabas todas las noches?
¿Qué miras en mi recuerdo de aquel piso, frente a la ventana cerrada
a treinta metros del río y tantos kilómetros de esa casa
que Morrissey te dijo que nunca sería tuya?
Todo está mal, desordenado, revuelto.  
Las puertas abiertas llevan a pasillos oscuros
que acaban en un dormitorio donde siempre hay un muerto en la cama hecha,
vestido, con las manos cruzadas sobre el pecho, mirándonos.
Los trenes no salen, los autobuses cruzan la calle equivocada,
los cementerios se multiplican y el Cierzo barre las tumbas interinas.
¿Qué miras?
¿Qué mirabas con tus ojos negros, con tu boca negra,
con tus piernas negras?
¿Qué mirabas con tus sueños rojos, con tus pechos rojos,
con tu coño rojo?
El amor no es posible y el dolor es una planta de interior.
Has visto su tallo esbelto y veloz y casi has estado a punto de gritar.
Pero por suerte todos duermen
o están borrachos
o están muertos o
(lo más terrible de todo) se han rendido al frío
que sube del río
y han entregado su semen congelado
para fabricar una crema que no salvará a ninguna ballena.
Nosotros no, nosotros no dormimos.
La noche acaba y viene la niebla.
Y tú ya ni fumas ni bebes porque el bar quedó al otro lado del río
y será demolido en una media hora.
¿Qué miras? ¿Me lo quieres decir, qué miras?
¿Qué mirabas cada noche? ¿En mi recuerdo
de aquel piso, en mi recuerdo de aquel otoño?
La niebla que sube del río borra el portal,
el primer piso, el segundo piso, el tercer piso,
y va rápido hacia nuestro comedor vacío,
y la pared es muy fina y todos duermen
y sólo quedamos tú y yo,
tú y yo en la ventana blanca
tú y yo en silencio,
matándonos con palabras
escritas en el vaho del cristal, con palabras que suben del río

y nadie escucha detonar.